Miradas sobre Roque Dalton desde el sur del continente

2022-10-09 23:12:04 By : Mr. John Snow

Algo que caracterizó a la poesía de Roque Dalton y que es algo poco frecuente en la de otros escritores: la utilización del humor. Militancia, amores, amigos, desgarraduras y hasta su propio cuerpo cabían en sus versos cuando ingresaban por la mueca de su risa.

“Roque ha suscitado muchos poemas de poetas antes y después de las balas asesinas que terminaron con él. Esto es raro en la poesía, es raro que un poeta suscite en otros poetas la necesidad de escribirle poesía y Roque es de todos nosotros el que más ha despertado esa necesidad, incluso antes de morir. Y después, por ejemplo, decenas de poetas que no lo conocieron. Es decir, que lo conocieron por su poesía”, aseguraba Juan Gelman hace unos cuántos años atrás en La Habana, cuando un puñado de reconocidísimos escribas se juntó para encender fueguitos en su nombre, sin pronunciarlo.

Claramente me considero uno de estos últimos, de los que quedaron atrapados por su poesía que vino a renovar la lírica latinoamericana hablando de la lucha por la liberación definitiva de Centroamérica, el amor, la cotidianeidad, sus conflictos personales y los de la sociedad, el período de tránsito del capitalismo al socialismo, pero sobre todo su país, El Salvador, ese pulgarcito.

En estas tierras al sur del continente fue todo un trabajo conseguir material de Roque antes de la aparición de Internet, cada libro que se conseguía se festejaba como un gol sobre la hora. De ese esfuerzo y esos triunfos nacieron estas notas que intentan mostrar algunos aspectos relevantes dentro de la obra de un poeta que consiguió que militancia política y poética no vayan por caminos separados, sino que sean oficios complementarios.

Muchos opinan que el libro más acabado de Dalton es Taberna y otros lugares, por el cual recibe el premio Casa de las Américas. Sin ánimo de confrontar esa afirmación, creo que el largo proceso que va desde La ventana en el rostro y El turno del ofendido consigue su completud en Un libro rojo para Lenin y, sobretodo, en Historias y poemas de una lucha de clases. Eso es lo que busca desarrollar unas de las notas.

El autor de Un libro levemente odioso supo reconocer en César Vallejo su primera influencia, aunque luego las mismas van a ir más allá de la poesía y se van a mezclar con el cine, proporcionándonos esa herramienta que Roque llamaba, con muy buen criterio, Montaje poético. El homenaje al poeta peruano en paralelo con Luis Rogelio Nogueras, el Wichi, el Cabeza de Zanahoria, escritor cubano cuyo trabajo tiene no pocas concordancias con Dalton, es el tema de otra de las notas.

Por último, algo que caracterizó a la poesía de Roque Dalton y que es algo poco frecuente en la de otros escritores: la utilización del humor. Militancia, amores, amigos, desgarraduras y hasta su propio cuerpo cabían en sus versos cuando ingresaban por la mueca de su risa. Ese camino recorre la tercera de las notas.

César Vallejo, ese gravísimo cadáver lleno de mundo

Dos poemas de sendos escritores “comprometidos” reconocen la influencia insoslayable del peruano en la revolución de la expresión humana.

“Yo no vivo comparándome a nadie ni para vencer a nadie y ni siquiera para sobrepujar a nadie. Yo vivo solidarizándome y, a lo sumo, refiriéndome concéntricamente a los demás, pero no rivalizando con ellos. No busco batir ningún récord (…) No busco batir el récord del hombre sobre el hombre, sino la superación, centrípeta y centrífuga, de la vida. Una cosa es el récord de la vida y otra cosa es el triunfo de la vida. La vida no es guerra ni farsa de guerra”, asegura César Vallejo con ese materialismo que se fue colando en su escritura, como no podía ser de otra manera cuando se piensa que si se “pone al pueblo a cargo de su propia lucha, se comprende de suyo que se sientan en esta lucha latidos humanos de una autenticidad popular y de un alcance germinal extraordinario, sin precedentes”. La misma autenticidad y el mismo alcance germinal que va a tener su palabra poética. Es comprensible que llamara la atención de esos que alguien, alguna vez, llamó para identificarlos como poetas comprometidos. Juan Gelman es uno, por ejemplo. Pero estas pocas líneas buscan rescatar los versos de dos latinoamericanos que celebran la vida de Vallejo desde el centro mismo de su muerte.

“El primer poeta que me impresionó de verdad, impresión tan grande fue que me estimuló a escribir en serio, a ya tener de la literatura el sentido justo, fue César Vallejo, el poeta peruano que me impresionó por su verso descarnado, por un patetismo humano que encierra, por lo desnudo de su expresión y me pareció (esto lo vine a comprender después) la expresión auténtica del hombre roto y aniquilado por el capitalismo”, afirma Roque Dalton en una entrevista que le hacen en Cuba. Tiempo después, escribirá para la revista de Casa de las Américas: “Vallejo, como todo escritor humanista en desarrollo, de verdadera consecuencia consigo mismo y con las necesidades de su labor, comienza además a comprender que su mejor acción, su gran quehacer en el mundo, girará enderredor de la palabra… la palabra es sometida a un obstinado, feroz y ratificado castigo de padre formador y moldeador, y, entre trato duro y amor desaforado, es puesta por el poeta en el centro de la revolución, más bien dicho es obligada a ser poseída por una total revolución. ¿Qué revolución? La revolución que en ese entonces Vallejo necesitaba: la revolución de su propia expresión humana”.

En El turno del ofendido, el poeta salvadoreño le dedicó este poema:

Este cadáver que comienza a florecer

-la buena educación alza su filo-

este cadáver que no me ha sido presentado

mejor que vivo a pura muerte cede

a las semillas del amor: ondea pétalos.

Este cadáver quien lo pensaría

defendiendo su copa de tormentas

visitado por ciegas mariposas de circo

muertos sus viejos humos de sentarse

vivas tan sólo sus raíces fúnebres

puntual en la palabra que calla

la eterna mano lúbrica que le queda temblando.

Este cadáver que me contradice

creciendo hombre con hombro en el idioma

de una plaga debida y crepitante.

Este cadáver de agua seca este gravísimo

cadáver de los huesos huéspedes

pasa adelante palpa sus banderas

da lo único que tiene de todo corazón este cadáver

ha llorado y regresa y va llorando:

en un lugar del mundo su lápida respira

bajo el severo peso de su nombre vivido

un día dijo cosas para siempre

desde su muerte el mundo pesa más.

En “El entierro del poeta”, el cubano Luis Rogelio Nogueras compone un escenario en el que la figura de César Vallejo emerge al final como una síntesis del ideal humano, más allá de sus concretas proyecciones políticas, aunque ellas sostengan esa síntesis, como bien marca Guillermo Rodríguez Rivera. “De él aprendí que es el corazón quien impulsa la palabra”, supo afirmar el Wichy. Este poema forma parte de su primer libro, Cabeza de Zanahoria.

Dijo de los enterradores cosas francamente impublicables.  

Blasfemaba como un condenado y a sus pies un par de águilas lloraban pensando en las derrotas.  

En el entierro estaba Lautréamont, yo lo vi desde mi puesto en la cola: dejaba el sombrero al borde de la tumba y cantaba algo triste y oscuro (lloraba honradamente, ya lo creo, y los caballos

devoraban higos en silencio). Hubo discursos, sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz, paraguas abiertos a la lluvia como a él le hubiera gustado. Hubo más: hubo viernes y canciones funerarias, palomas que volaban sin sentido, como niños, versos oscuros, la hermosa voz de Aragón, suicidios deportivos de Georgette y nunca más y hasta siempre.  

A la hora más triste del asunto no quería bajar porque decía que allí estaba oscuro. Pero estaba muerto y hubo que bajarlo. Los sombreros abandonaron las cabezas, se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te olvidamos.

(Un joven poeta a mi derecha le mesaba las rodillas a la muerte). Lo bajaron. Se aplaudió en forma delirante; la gente corría como loca asumiendo lo grave del momento. Lo bajaban. Las mujeres lloraban en silencio porque bajaban las águilas, los sueños, países enteros a la tierra. Se intentó una última sentencia: Nerval se acercó con una tiza y escribió con letra temblorosa: Su cadáver estaba lleno de mundo. Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso pensando en el futuro, mientras una piedra inmensa le tapaba el corazón y los papeles.

Es curioso que Nogueras, para estos versos, utiliza un sistema que Dalton aplicará mucho en sus textos y que denominará como “montaje poético”, en el que reconocía las influencias del cine. Pero lo cierto es que ambos vislumbraron lo que nacía de ese cadáver exquisito, que iba de puño cerrado cargando el dolor del mundo, con la audacia necesaria para que nada, pero nada volviese a ser lo mismo.

Roque Dalton: No reflejar la realidad sino transformarla

Fue un largo camino el que recorrió el poeta salvadoreño -desde La ventana en el rostro y El turno del ofendido (con su vital bisagra en Taberna y otros lugares) hasta Un libro rojo para Lenin, pero sobre todo hasta Historias y poemas de una lucha de clases- para lograr, como dice el cubano Víctor Casaus, que militancia y poesía no sean dos oficios diferentes sino complementarios.

“En mi caso ha sido posible estructurar mi obra poética en el sino de una militancia política, o sea, me acostumbré a escribir en la clandestinidad. Pero evidentemente existe otro nivel. He tenido conflicto cuando he tenido problemas ideológicos. Cada vez que he experimentado una desgarradura, ha sido porque se me planteaba una contradicción entre una posición política y una posición ideológica expresada en literatura. En la medida en que pude superar mis debilidades en este terreno, di pasos hacia delante, en la medida en que no los pude superar, tengo aun conflictos”, le afirma Roque Dalton a Mario Benedetti en la ya famosa entrevista que luego sería recogida en ese indispensable libro que se llama Los Poetas Comunicantes.

Fue un largo camino el que este poeta salvadoreño recorrió -(proceso muy doloroso, con grandes contradicciones, con caídas, retrocesos, recaídas, avances, como él mismo lo dice en otra parte de la misma entrevista) desde La ventana en el rostro y El turno del ofendido (con su vital bisagra en Taberna y otros lugares) hasta Un libro rojo para Lenin pero sobre todo hasta Historias y poemas de una lucha de clases- para lograr, como dice el poeta cubano Víctor Casaus, que militancia y poesía no sean dos oficios diferentes sino complementarios.

Historias y poemas de una lucha de clases se conoce comúnmente por el nombre de Poemas Clandestinos, título que llevará en su edición mimeografiada de 1977, siendo este más largo el que el original. Tal vez colaboró a la confusión el hecho de que fue escrito completamente en la clandestinidad y que se valiera, para seguir en contacto con su pueblo, de cinco heterónimos que son referentes o dirigentes de la lucha de liberación nacional llevada a cabo, en esos tiempos, en El Salvador. Cada uno con una mirada diferente de la realidad que aqueja a su país.

El primer apartado corresponde a Vilma Flores, bajo el sugerente título de “Todos son poemas de amor”. En los pocos datos biográficos que Roque deja nos dice que ella abandona su carrera de Derecho para trabajar en una fábrica textil y, de esa forma, poder participar en la organización de la clase obrera de manera total. Allí Dalton nos habla de la moral poética, de la eficacia del poema, en épocas donde se le da oportunidad al Sistema para que se lo cobren día a día . El tema de la plusvalía es tocado con esa ironía heredada tan justamente de Brecht y de cómo el sueldo de uno es el robo a dos.

Los oficios domésticos de la mujer le crean al hombre el tiempo para el trabajo socialmente necesario que no se le paga completo (la mayor parte de su valor se la roba el capitalista) sino sólo lo suficiente para que viva y pueda seguir trabajando, pago con el cual el hombre vuelve a la casa y le dice a la mujer que ái que vea cómo hace para que le alcance en la tarea de cubrir todos los gastos de los oficios domésticos.

Es una mirada románticamente dura, la de Flores, que se expresa en gran forma en “tercer poema de amor”

A quienes digan que nuestro amor es extraordinario porque ha nacido de circunstancias extraordinarias diles que precisamente luchamos para que un amor como el nuestro (amor entre compañeros de combate) llegue a ser en El Salvador el amor más común y corriente, casi el único.

El segundo apartado lleva la firma de Timoteo Lúe, estudiante de Derecho y dirigente indígena que participa en el levantamiento de 1932 (levantamiento cuyo derrotero había dejado reflejado con el testimonio de Miguel Mármol en el libro que lleva ese nombre) Este joven viene a echar por tierra el famoso apotegma de Mallarmé, el cual sentenciaba que la poesía no se escribe con ideas. Es de su boca que Roque hace salir su famosa “arte poética 1974”:

Poesía perdóname por haberte ayudado a comprender que no estás hecho sólo de palabras

Jorge Cruz es el tercer heterónimo que Roque Dalton utiliza y pertenece a un dirigente católico que realiza su labor de concientización cristiano-revolucionaria entre los trabajadores rurales. Su forma de ver la fe queda expresada desde los títulos (Poemas para salvar a Cristo, Sobre el negocio bíblico) o en el trepidante poema “El credo del Che”

El Ché Jesucristo fue hecho prisionero después de concluir su sermón en la montaña (con fondo de tableteo de ametralladoras) por rangers bolivianos y judíos comandados por jefes yankees–romanos.

Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas cuyo portavoz fue Caifás Monje mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos hablando en inglés militar sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás (Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla y enseñaron el camino a los rangers)

Después le colocaron a Cristo Guevara una corona de espinas y una túnica de loco y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices

Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma y lo crucificaron con ráfagas de M–2 y le cortaron la cabeza y las manos y quemaron todo lo demás para que la ceniza desapareciera con el viento En vista de lo cual no le ha quedado al Che otro camino que el de resucitar y quedarse a la izquierda de los hombres exigiéndoles que apresuren el paso por los siglos de los siglos Amén

Juan Zapata (otro estudiante, de sociología, en este caso) es quien realiza una especie de “revisionismo del revisionismo” salvadoreño y en ese accionar se permite (entre otras cosas) dar un consejo para el pueblo de El Salvador

No olvides nunca que los menos fascistas de entre los fascistas también son fascistas.

Luis Luna (Zapata y Luna remiten a Mario Zapata y Alfonso Luna, dirigentes universitarios fusilados junto a Farabundo Martí), estudiante de Arquitectura y posteriormente de Sociología, de mirada filósofo-política profunda, llena de ironía y humor negro, cierra la lista de heterónimos. A él pertenecerían clásicos poemas como “Sólo el inicio”, “Cartita”, “El Salvador será”, y su mirada llega hasta latitudes y latidos cercanos:

No me extraña que calumnien a la Honorable Junta Militar de Chile los comunistas son así … dicen que el General Martínez mató en menos de un mes a más de treinta mil guanacos Eso es una exageración: los muertos comprobados no pasaron de veinte mil los demás fueron considerados desaparecidos.

Dice Alfonso Quijada Urías: Uno de los grandes méritos de Roque Dalton es que supo con verdadero sentido creador y revolucionario, hacer suyo el lenguaje de su pueblo y acrisolarlo dentro de la más humana ternura. No fue algo premeditado, sino fruto del amor, el exilio, de la inconformidad, del dolor humano, ya que Dalton nació, creció y murió con ese lenguaje que aprendió en el barrio, en el bar, en la cárcel, en la universidad, en la casa de putas, en el partido, es decir en la vida misma.

Pero no se llega a esto de un solo salto. El mismo Roque cuenta en una entrevista que “en Chile, tras el consejo de un sacerdote de anotarme en la Universidad Nacional en vez de la Católica, tuve amigos comunistas, al principio sin saberlo, luego con conciencia, pero lo cierto es que pasé de ser un católico conservador a uno progresista, social cristiano. Comisionado por una revista de Chile en la que trabajaba, traté de hacerle una entrevista a Diego Rivera, en uno de sus malos momentos. Empezó a responder cortésmente las preguntas hasta que no sé por qué se le ocurrió preguntarme mi filiación política. Social cristiano, le dije. Entonces el me preguntó que cuántos años tenía. Le dije que 18 años, entonces me preguntó si había leído marxismo. Entonces yo le dije que no, entonces me dijo que yo tenía 18 años de ser un imbécil y me echó. Quedé horrorizado, por supuesto. Pero después de salir y conocer lo que era Diego Rivera, empecé a investigar, y a estudiar marxismo. Por primera vez en la vida alguien me había dicho que era un imbécil. Regresé a El Salvador con algunas lecturas marxistas, rudimentarias, logradas de una transformación que podríamos llamar poco seria, porque a nadie se le ocurre que haya una transformación seria de una ideología por un incidente personal con una persona famosa, pero lo cierto es que pude descubrir mi país, un país desconocido, pude descubrí las contradicciones de clase, la miseria terrible, sus orígenes, etc. Me sentí tan aterrado y responsable de muchas cosas, me sentí tan estafado por lo que me habían dicho antes, que simultanea y vertiginosamente empecé a derivar hacia la poesía y una posición marxista militante”.

En este libro más que en cualquier otro queda bien reflejado el pensamiento daltoniano de que su poesía como “fenómeno cultural no es una cosa aislada sino que ha surgido, sin tratar de lesionar la modestia, dentro de la historia de la literatura, dentro del desarrollo de las letras de un país determinado, merced a una serie de influencias, de lecturas, a una serie de vivencias que han venido a concretar una obra que, según dicen, tiene matices personales”.

Después de todo, Roque, estaba convencido de que a los poetas revolucionarios no les debía interesar reflejar la realidad, sino transformarla.

Que se mueran todos los feos y me dejen a mí, de muestra

Roque Dalton supo utilizar el humor como pocos. A 45 años de su muerte y a 85 de su nacimiento, recordamos que su militancia, amores, amigos, desgarraduras y hasta su propio cuerpo cabían en su poesía cuando ingresaban por la mueca de su risa.

Cuando uno piensa en las claves que arroja la poesía de Roque Dalton, lo primero que se viene a la cabeza es la militancia, tanto la política como la poética. Él, como pocos, supo hacer de ambas una sola. Acostumbrado a escribir en la clandestinidad, en condiciones difíciles, a sentirse “desgarrado” cuando se le planteaba una contradicción entre una posición política y una posición ideológica expresada en literatura; con los conceptos claros en cuanto a la complejidad del “enemigo”, de su capacidad científico técnica, a la que se le debe oponer audacia, llevando el pensamiento a una acción revolucionaria concreta.

También el amor por su país, la búsqueda del testimonio que la historia oficial escamotea, está presente (tal vez la muestra más acabada de ello sea Las historias prohibidas del Pulgarcito) En fin, el amor es otra clave, sea del tipo que sea. Pero a la que me voy a referir en estas líneas es aquella que sirve para unir todas las otras: el humor.

“Roque Dalton hacía reír a las piedras”, dice Eduardo Galeano, en un homenaje que se le hace en La Habana tras conocerse la noticia de su asesinato. “Lo recuerdo alegre, expansivo, cordial, decidido y valiente. No solamente estaba contra la retórica en el verso, él estaba contra la retórica en la vida”, afirma Gelman en la misma presentación.

Si hasta los hechos que se presentan como mojones en la transformación conceptual del poeta salvadoreño parecen estar teñidos de ese hilo de mordacidad. Alguna vez contó que cuando vivió en Chile siendo muy joven, le comisionaron entrevistar a Diego Rivera para una revista en la que trabajaba: “Empezó a responder cortésmente las preguntas hasta que no sé por qué se le ocurrió preguntarme mi filiación política. Social cristiano, le dije. Entonces el me preguntó que cuántos años tenía. Le dije que 18 años, entonces me preguntó si había leído marxismo. Entonces yo le dije que no, entonces me dijo que yo tenía 18 años de ser un imbécil y me echó. Quedé horrorizado, por supuesto. Pero después de salir y conocer lo que era Diego Rivera, empecé a investigar, y a estudiar marxismo. Por primera vez en la vida alguien me había dicho que era un imbécil. Regresé a El Salvador con algunas lecturas marxistas, rudimentarias, logradas de una transformación que podríamos llamar poco seria, porque a nadie se le ocurre que haya una transformación seria de una ideología por un incidente personal con una persona famosa, pero lo cierto es que pude descubrir mi país, un país desconocido, pude descubrí las contradicciones de clase, la miseria terrible, sus orígenes, etc. Me sentí tan aterrado y responsable de muchas cosas, me sentí tan estafado por lo que me habían dicho antes, que simultanea y vertiginosamente empecé a derivar hacia la poesía y una posición marxista militante.”

Otra situación a la que podríamos referirnos como irónica es la capacidad o fortuna de Roque para escapar no una sino dos veces de su sentencia a muerte. “Iban a fusilarlo y cuatro días antes de la ejecución cayó el gobierno. Otra vez iban a fusilarlo y un terremoto ra­jó las paredes de la cárcel y se escapó. Las dictaduras de El Salvador, el país chiquito que era su país y que él llevaba tatuado en todo el cuerpo, nunca pudieron con él”, recuerda Galeano en Días y noches de amor y de guerra. Pero busquemos esta “clave” directamente en su poesía.

Ya en sus primeros libros tenemos algunas dosis de muestra. En El turno del ofendido, en un poema que se titula “Derechos humanos” escribe:

-¿Hay negros en este cementerio?

-Enterrados no. Pero si hay negros.

Los dos sepultureros son negros.

En 1932, el gobierno del General Martínez comete un verdadero genocidio al matar a 30.000 obreros y campesinos por cuestiones ideológicas, ante un levantamiento (esa historia está testimoniada por Dalton en su libro Miguel Mármol). Si ese número, tan caro para nuestra memoria, nos parece terrible, imagínense en un país pequeño como El Salvador. El poeta lo resume con un sarcasmo que sólo necesita tres líneas para que todos entendamos:

Dicen que fue un buen presidente

a los salvadoreños que quedaron… 

Ya en Taberna y otros lugares, un libro bisagra dentro de su obra, el uso de este humor va de la mano de lo que Roque supo llamar “montaje de la poesía”, podríamos decir que una puesta cinematográfica de los versos, donde lo narrativo y lo poético tienden a difuminar fronteras. A este libro pertenece la sección “Escrito en Praga”, que recopila su experiencia en la Checoslovaquia soviética. Allí, “Historia de un amor (Documentos)”, junto al largo poema “Taberna”, son una muestra ineludible para comprender ese concepto, unido al humor. Una pastilla es el poema “Revisionismo”:

es el opio del pueblo.

Otro ejemplo donde política, historia, humor y “montaje” se juntan en un poema es en “OEA”:

El Presidente de mi país se llama hoy por hoy Coronel Fidel Sánchez Hernández. Pero el General Somoza, Presidente de Nicaragua, también es Presidente de mi país. Y el General Stroessner, Presidente del Paraguay, es también un poquito Presidente de mi país,

aunque menos que el Presidente de Honduras o sea el General López Arellano, y más que el Presidente de Haití, Monsieur Duvalier. Y el Presidente de los Estados Unidos es más

Presidente de mi país, que el Presidente de mi país, ese que, como dije, hoy por hoy, se llama Coronel Fidel Sánchez Hernández.

Pero mi poema favorito, en el que se ríe de todo, de si mismo, de las consecuencias de su vida, en el que logra resumir su vida valiente, andariega y clandestina, al mismo tiempo, está en Un libro levemente odioso (como ven, los títulos también tienen esa carga mordaz). Se llama “No, no siempre fui tan feo”:

Lo que pasa es que tengo una fractura en la nariz que me causó el tico Lizano con un ladrillo porque yo decía que evidentemente era penalty y él que no y que no y que no nunca en mi vida le volveré a dar la espalda a un futbolista tico el padre Achaerandio por poco se muere del susto ya que al final había más sangre que en un altar azteca y luego fue Quique Soler que me dio en el ojo derecho la pedrada más exacta que cabe imaginarse claro que se trataba de reproducir la toma de Okinawa pero a mí me tocó ruptura de la retina un mes de inmovilización absoluta (¡a los once años!) visita al doctor Quevedo en Guatemala y al doctor Bidford que usaba una peluca colorada por eso es que en ocasiones bizqueo y que al salir del cine parezco un drogadicto desvelado la otra razón fue un botellazo de ron que me lanzó el marido de María Elena en realidad yo no tenía ninguna mala intención pero cada marido es un mundo y si pensamos que él creía que yo era un diplomático argentino hay que dar gracias a Dios la otra vez fue en Praga nunca se supo me patearon cuatro delincuentes en un callejón oscuro a dos cuadras del Ministerio de Defensa a cuatro cuadras de las oficinas de la Seguridad era víspera de la apertura del Congreso del Partido por lo que alguien dijo que era una demostración contra el Congreso (en el Hospital me encontré con otros dos delegados que habían salido de sus respectivos asaltos con más huesos rotos que nunca) otro opinó que fue un asunto de la CIA para cobrarse

/mi escapatoria de la cárcel

otros más que una muestra de racismo antilatinoamericano y algunos que simplemente las universales ganas de robar el camarada Sóbolev vino a preguntarme si no era que yo le había tocado el culo a alguna señora acompañada antes de protestar en el Ministerio del Interior en nombre del Partido Soviético finalmente no apareció ninguna pista y hay que dar gracias a Dios nuevamente por haber continuado como ofendido hasta el final en una investigación en la tierra de Kafka en todo caso (y para lo que me interesa sustentar aquí) los resultados fueron doble fractura del maxilar inferior conmoción cerebral grave un mes y medio de hospital y dos meses más engullendo licuado hasta los bistecs y la última vez fue en Cuba fue cuando bajaba una ladera bajo la lluvia con un hierro M-52 entre manos en una de esas salió de no sé donde un toro yo me enredé las canillas en la maleza y comencé a caer el toro pasó de largo pero como era un gran huevón no quiso volver para ensartarme pero de todos modos no fue necesario porque como les iba contando yo caí encima del hierro que no supo hacer otra cosa que rebotar como una revolución en África y me partió en tres pedazos el arco cigomático (muy importante para la resolución estética de los pómulos) Eso explica por lo menos en parte mi problema

La reivindicación de la fealdad es su hermosura. “Que se mueran todos los feos y me dejen a mí, de muestra”, solían cantar los Mojinos Escozios. Y este poeta que se rió de sí mismo, que se burló de la muerte que le deseaban sus enemigos, padeció el sarcasmo de encontrarla en manos de los suyos. Porque, como dice Eduardo Galeano en Los hijos de los días: “El poeta Roque Dalton era jodón y respondón. Nunca aprendió a callar ni a obedecer, y ejercía un desafiante sentido del humor y del amor. En la noche de hoy (10 de mayo) del año 1975, sus compañeros de la guerrilla de El Salvador lo mataron de un balazo mientras dormía. Criminales: los militantes que matan para castigar la discrepancia, son tan criminales como los militares que matan para perpetuar la injusticia.

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